Era una locura, pero Félix estaba loco por ella. No sabía exactamente qué era lo que le atraía de una mujer como Angélica, 15 años mayor que él, solo sabía que lo que sentía cuando estaba junto a ella, en su cita de los viernes a las doce, no lo había sentido jamás. Y eso que ya había "vivido algo", como solía decir.
Toda la semana pensaba en cómo sería su próximo encuentro, cómo podría sorprenderla para que jamás se aburriera de él. Se alimentaba de la memoria, ansiaba escuchar de nuevo ese "te estaba esperando" con el que Angélica lo recibía en cada cita, ver de nuevo esos ojos negros que le quitaron el aliento cuando la conoció, hace cuatro años ya.
Por ratos no se reconocía a sí mismo, pues nunca fue así de intenso con alguien. Trataba de disimularlo, sabía que a Angélica no le gustaban esas cosas, ella disfrutaba sentirse libre, y si algo hacía interesante la relación era la falta de compromisos, la clandestinidad innecesaria.
Ese viernes llegó muy puntual como siempre, buscó la llave que Angélica dejaba escondida bajo la alfombra de la entrada, y pasó. Fue directo al cuarto principal, empujó suavemente la puerta, la habitación estaba a oscuras. Dio unos cuantos pasos y se quedó muy quieto, ya sentía su aroma, ese olor a jazmín que se había convertido en su favorito.
De repente, ella lo sorprendió por detrás con esa frase con la que él tanto fantaseaba. Félix volteó, la miró fijamente a los ojos. Tenía el cabello arreglado, y no llevaba puesto nada más que la pintura roja que cubría sus labios, siempre se esmeraba por estar linda para él. Él posó suavemente sus grandes brazos sobre su diminuta cintura, ahí donde se encontraba su ombligo casi perfecto, mientras recorría su rostro con la nariz, aspirando fuerte... ella se dejó abrazar.
Angélica no lo decía, pero cuando él la tocaba iniciaba un cosquilleo justo en el centro de su cuerpo, una sensación que la hacía recordar que estaba viva, era como si un pájaro revoloteara entre sus costillas. Justo en el sitio en el que el aire se convertía en suspiro.
Ella comenzó a desvestirlo, a él le gustaba que lo hiciera. Siempre lento, muy lento. A cada instante subía un grado más la temperatura, y así, el encuentro transcurría entre caricias, besos y mucha saliva. El sudor recorría sus cuerpos, mientras ella movía sus caderas al ritmo que él marcaba.
Al final, la despedida era un momento alegre. Él estaba convencido de que cada encuentro era mejor que el anterior, y para ella la hora del almuerzo nunca había sido tan divertida. "Hasta el próximo viernes", le dijo Félix. Ella sonrió con cara de picardía, y agregó: "la cita es a las doce".
7 comentarios:
Ay Papa!!!
Wow hasta yo me emocioné hoy que es viernes!
Me gusto te felicito, cualquiera se emociona con ese relato
Jajajajajajajajaja! qué bueno que les gustó y les entretuvo. Y bueno, sí, a propósito del viernes, me salió sin querer
"Es reirse con el otro..." me gusto esa frase...Te fleicito, eres buena escribiendo...a veces el sentimiento es mas fuerte que las normas, las reglas, los compromisos y todas las demas cosas impuestas por la sociedad....
Muy bueno su relato señorita, la narrativa me gusto mucho y lo mas importante, sin llegar a ser vulgar, aunque todo indicara el tema sexual, el relato logra su objetivo... Emociona, inspira !
Dos palabras, me encantó
Publicar un comentario