Defensa de la alegría (M. Benedetti)



Defender la alegría como una trinchera, 
defenderla del escándalo y la rutina 
de la miseria y los miserables 
de las ausencias transitorias 
y las definitivas 

defender la alegría como un principio, 
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones, 
de las dulces infamias 
y los graves diagnósticos 

defender la alegría como una bandera, 
defenderla del rayo y la melancolía 
de los ingenuos y de los canallas 
de la retórica y los paros cardíacos 
de las endemias y las academias 

defender la alegría como un destino, 
defenderla del fuego y de los bomberos, 
de los suicidas y los homicidas, 
de las vacaciones y del agobio, 
de la obligación de estar alegres 

defender la alegría como una certeza, 
defenderla del óxido y la roña 
de la famosa pátina del tiempo 
del relente y del oportunismo 
de los proxenetas de la risa 

defender la alegría como un derecho, 
defenderla de Dios y del invierno 
de las mayúsculas y de la muerte 
de los apellidos y las lástimas 
del azar 
y también de la alegría.

(La alegría nos busca, dejemos que nos encuentre)

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